19.4.2011

 

Textos relacionados con el Chatusthaya Primero

 

 

 

 

Tomado de La Vida Divina, tomo III:

 

“”En el ascenso espiritual este poder de la conciencia y su voluntad sobre los instrumentos, el control del espíritu y la mente interior sobre nuestra mentalidad externa y el ser nervioso y el cuerpo, crece inmensamente; adviene una tranquila y amplia igualdad del espíritu hacia todos los choques y contactos y se convierte en el equilibrio habitual, y esto puede pasar de la mente a las partes vitales, estableciendo también allí una inmensa y durable grandeza de fuerza y paz; incluso en el cuerpo este estado puede formarse y encontrar interiormente los choques del pesar y el dolor y todo género de sufrimiento. Asimismo, puede mediar un poder de decidida insensibilidad física o puede adquirirse un poder de separación mental de todo choque y lesión que muestre que las reacciones ordinarias y la débil sumisión del yo corporal a las hábitos normales de respuesta de la Naturaleza material no son obligatorios ni inalterables. Más significativo aun es el poder que llega al nivel de la mente o sobremente espirituales para cambiar las vibraciones del dolor en vibraciones de Ananda: aunque esto fuese a llegar sólo hasta cierto punto, indica la posibilidad de una entera reversión de la regla ordinaria de la conciencia reactiva: puede también asociarse con un poder de autoprotección ,que descarta los choques más difíciles de transmutar o soportar. La evolución gnóstica debe producir en cierta etapa un completamiento de esta reversión y de este poder de autoprotección que cumplirá el reclamo del cuerpo en pos de la humanidad y serenidad de su ser y de la liberación del sufrimiento, construyendo en él un poder de total deleite existencial. Un Ananda espiritual puede fluir en el cuerpo inundando células y tejidos; una luminosa materialización de este Ananda superior podría, de por sí, producir una total transformación de las deficientes o adversas sensibilidad de la Naturaleza física.

“”

 

 

Ananda es la esencia misma de Brahman (La felicidad, el éxtasis espiritual es la esencia misma de la Realidad)

 

En la liberación del alma de la Ignorancia el primer fundamento es la paz, la calma, el silencio y quietud de lo Eterno e Infinito; pero un poder consumado y una formación mayor de la ascensión espiritual asume esta paz liberadora en la bienaventuranza de una experiencia y realización perfectas de la eterna beatitud, la bienaventuranza de lo Eterno e Infinito.

 

 

 

 

 

Tomado de Síntesis del Yoga, Libro III

 

Capítulo X – LOS ELEMENTOS DE LA PERFECCIÓN

 

REQUISITOS ESENCIALES DE LA PERFECCIÓN

1- IGUALDAD

La primera necesidad es un equilibrio fundamental del alma en su ser esencial y en su ser natural, que considera y encuentra las cosas, impactos y accionar de la Naturaleza. Arribaremos a este equilibrio desarrollándonos en una igualdad perfecta, samatá. El yo, el espíritu o Brhaman es uno en todos y, por lo tanto, uno para todos; como se dice en el Gita que desarrolló plenamente esta idea de igualdad e indicó su experiencia al menos en un aspecto de la igualdad; es el Brhaman igual, saman brahma; el Gita, en un pasaje llega hasta identificar la igualdad con el yoga, smtvm yog ucyte. Vale decir, la igualdad es el signo de la unidad con el Brahman, del llegar a ser Brahman, de desarrollarse dentro de un imperturbado equilibrio espiritual del ser en el infinito. Difícilmente puede exagerarse su importancia; pues es el signo de haber traspuesto las determinaciones egoístas de nuestra naturaleza, de nuestra conquista de nuestra esclavizada respuesta a las dualidades, de nuestra trascendencia de la mutable confusión de los gunas, de nuestro ingreso en la calma y paz de la liberación. La igualdad es un término de la conciencia que introduce en todo nuestro ser y naturaleza la tranquilidad eterna del Infinito. Es más, se trata de la condición de una acción segura y perfectamente divina; la seguridad y vastedad de la acción cósmica del Infinito se basa sobre su tranquilidad eterna y jamás la abate ni la pierde. Eso debe ser también el carácter de la perfecta acción espiritual; su principio más recóndito debe consistir en ser igual y uno para todas las cosas en espíritu, entendimiento, mente, corazón y conciencia natural –hasta en la conciencia más física-, y efectuar todas sus acciones, cualquiera sea su adapatación a la cosa por realizar, lleno siempre e indisminuiblemente de la igualdad y calma divinas. Puede decirse que ese es el aspecto pasivo o básico, fundamental y receptivo, de la igualdad, pero también es un aspecto activo y posesivo, una bienaventuranza igual que sólo puede llegar cuando se funda la paz y la igualdad, la que es la flor beatífica de su plenitud.

 

 

Capítulo XII - EL CAMINO DE LA IGUALDAD

 

DOBLE ASPECTO DE LA IGUALDAD

Por la descripción de la igualdad completa y perfecta se descubrirá que esta igualdad tiene dos aspectos. Por lo tanto, debe llegarse a ella mediante dos movimientos sucesivos. Uno nos liberará de la acción de la naturaleza inferior, admitiéndonos en la calma paz del ser divino; el otro nos liberará en el pleno ser y poder de la naturaleza superior, admitiéndonos en el igual equilibrio y universalidad de un conocimiento divino e infinito, de una voluntad de acción, de Ananda. El primero puede describirse como igualdad pasiva o negativa, una igualdad receptiva que afronta impasiblemente los impactos y fenómenos de la existencia y niega las cualidades de las apariencias y las reacciones que nos imponen. El segundo es una igualdad activa y positiva que acepta los fenómenos de la existencia, pero sólo como la manifestación del ser divino único y con igual respuesta a ellos que deriva de la naturaleza divina en nosotros, transformándolos en sus valores ocultos. El primero vive en la paz del Brahman único y aparta de sí la naturaleza de la Ignorancia activa. El segundo vive en esa paz, pero también en el Ananda de la Divinidad e impone en la vida del alma en la naturaleza los signos del conocimiento, poder y bienaventuranza divinos del ser. Esta es la doble orientación unida por el principio común que determinará el movimiento de igualdad en el Yoga integral. (102)

 

IGUALDAD MEDIANTE RESISTENCIA

El esfuerzo en pos de una igualdad pasiva o puramente receptiva puede partir de tres diferentes principios o actitudes que conducirán, en total, al mismo resultado y consecuencia última, resistencia, indiferencia y sumisión. El principio de resistencia estriba en la fortaleza del espíritu, dentro de nosotros, para soportar todos los contactos, impactos y sugestiones de esta Naturaleza fenoménica que nos asedia por todos lados sin ser dominados por ellos ni obligados (102) a soportar sus reacciones emocionales, sensitivas, dinámicas e intelectuales. La mente externa de la naturaleza inferior no tiene esta fortaleza. Su fortaleza es la de una fuerza limitada de la conciencia que ha de hacer lo mejor que puede con cuanto se le presente o la asedie desde el vórtice mayor de la conciencia y energía que la rodea en este plano de la existencia. El que se mantenga y afirme su ser individual en el universo se debe a la fortaleza del espíritu dentro de ella, pero no puede producir la totalidad de su fortaleza ni la infinitud de esa fuerza para contrarrestar los ataques de la vida; si pudiese, sería al punto, el igual y el amo de este mundo. De hecho, tiene que manejarse como si pudiese. Recibe ciertos impactos y es capaz de asimilarlos, equilibrarlos o dominarlos parcial o completamente, por un tiempo o totalmente, y entonces, en ese grado, tiene las reacciones emocionales y sensitivas de dicha, placer, satisfacción, gusto, amor, etc., o las reacciones intelectuales y mentales de aceptación, aprobación, entendimiento, conocimiento y preferencia, y de éstas su voluntad capta con atracción y deseo, el intento de prolongarlos, repetirlos, crearlos, poseerlos y convertirlos en hábito placentero de su vida. Recibe otros impactos pero los halla demasiado fuertes, distintos, discordantes o débiles para procurarle satisfacción, estas son cosas que no puede soportar, equilibrar ni asimilar, y está obligado a acordarles reacciones de pesar, dolor, incomodidad, insatisfacción, disgusto, desaprobación, rechazo, incapacidad para entender o conocer y rechazo de admisión. Busca protegerse contra ellos, eludirlos, evitar o minimizar su recurrencia, a su respecto tiene movimientos de temor, ira, retracción, horror, aversión, disgusto y vergüenza, gustosamente se liberaría de ellos, pero no puede pues está ligado a ellos e incluso invita a sus causas y, por ende, a sus resultados; pues estos impactos son parte de la vida, se enmarañan con las cosas que deseamos, y la incapacidad para tratarlos es parte de la imperfección de nuestra naturaleza. A su vez, la mente normal logra tener a raya o neutralizar otros impactos y hacia éstos tiene una reacción natural de indiferencia, insensibilidad o tolerancia que no es positiva aceptación y disfrute ni rechazo o sufrimiento. Para las cosas, personas, sucesos, ideas, accionar, cualesquiera se presenten a la mente, existen siempre estas tres clases de reacción. Al mismo tiempo, a pesar de su generalidad, no hay en ellas nada absoluto; forman un esquema de una escala habitual que no es precisamente la misma para todos ni siquiera de la misma mente en diferentes tiempos o en diferentes ocasiones. El mismo impacto puede suscitar en ella (en una ocasión (103) u otra) reacciones placenteras o positivas, adversas o negativas, indiferentes o neutras.

 

El alma que busca el dominio puede iniciar, al volcarse sobre estas reacciones, la fuerza de encuentro y oposición de una resistencia vigorosa e igual. En lugar de procurar protegerse, apartarse o escapar de los impactos desagradables, puede afrontarlos y enseñarse a sufrirlos o soportarlos con perseverancia, con fortaleza, con creciente ecuanimidad o aceptación austera o calma. Esta actitud, esta disciplina, provoca tres resultados, tres poderes del alma en relación con las cosas. Primero, se descubre que lo que antes era insoportable, se torna fácil de soportar; la escala del poder que recibe el impacto sube de grado; necesita una fuerza de impacto cada vez mayor o de más amplia incidencia para causar trastorno, dolor, pesar o cualquier otra de las notas dentro de la gama de reacciones desagradables. Segundo, se descubre que la naturaleza consciente se divide en dos partes, una de la naturaleza normal mental y emocional en la que las reacciones consuetudinarias prosiguen teniendo lugar, otra de la voluntad y razón superiores que observa y no es perturbada ni afectada por la pasión de esta naturaleza inferior, no la acepta como propia, no aprueba, sanciona ni participa. Entonces la naturaleza inferior empieza a perder la fuerza y poder de sus reacciones, a someterse a las sugestiones de calma y fortaleza de la razón y voluntad superiores, y gradualmente, esa calma y fortaleza toma posesión del ser mental y emocional, e incluso del ser sensitivo, vital y físico. Esto procura el tercer poder y resultado, el poder mediante esta resistencia y dominio, esta separación y rechazo e incluso, si queremos, para remodelar todos nuestros modos de experiencia mediante la fuerza del espíritu. Este método se aplica no sólo a las reacciones desagradables sino también a las agradables; el alma rehúsa desembarazarse de ellas o a ser llevada por ellas; soporta con calma los impactos que procuran dicha y placer, rehúsa ser excitada por ellas y reemplaza la dicha y ávida búsqueda de la mente en pos de lo placentero con la calma del espíritu. También puede aplicarse a la mente pensante en un calma recepción del conocimiento y de limitación del conocimiento que rehúsa dejarse llevar por la fascinación de este atractivo o dejarse repeler por el disgusto hacia esa desacostumbrada indegustable sugestión pensante y atiende a la Verdad con una desapegada observación que le permite crecer en la voluntad y razón fuertes, desinteresadas y dominantes. De esa manera, el alma se iguala gradualmente a todas (104) las cosas, dueña de sí, adecuada para enfrentar al mundo con vigor mental e imperturbada serenidad espiritual. (102-103-104-105)

 

IGUALDAD MEDIANTE INDIFERENCIA IMPARCIAL

El segundo método es una actitud de indiferencia imparcial. Su método consiste en rechazar a la vez la atracción o el rechazo de las cosas, en cultivar en cuanto a ellas una impasibilidad luminosa, un rechazo inhibidor, un hábito de disociación y desuso. Esta actitud estriba menos en la voluntad (aunque la voluntad es siempre necesaria) que en el conocimiento. Es una actitud que considera estas pasiones de la mente como cosas nacidas de la ilusión de la mentalidad externa o de movimientos inferiores indignos de la calma verdad del espíritu simple y ecuánime o perturbación vital y emocional que ha de ser rechazada por la tranquila voluntad observadora y la desapasionada inteligencia del sabio. Aparta el deseo de la mente, descarta al ego que atribuye a las cosas estos valores duales, y reemplaza al deseo con una paz imparcial e indiferente y al ego con el yo puro, no perturbado ni excitado, o independiente de los impactos del mundo. Y no sólo se aquieta la mente emocional, sino que también el ser intelectual rechaza los pensamientos de la ignorancia y se eleva más allá de los intereses de un conocimiento inferior hacia la verdad única que es eterna e inmutable. Este método también desarrolla tres resultados o poderes mediante los cuales asciende hacia la paz.

 

En primer lugar se descubre que la mente está atada voluntariamente por las insignificantes dichas y trastornos de la vida y que en realidad éstos no pueden dominarla interiormente, si el alma simplemente escoge despojarse de su hábito de sujeción a las cosas externas y efímeras. En segundo lugar, se descubre que también puede efectuarse una división, una repartición psicológica entre la mente inferior o externa todavía sometida a los viejos contactos habituales, y la razón y voluntad superiores que están detrás para vivir en la calma indiferente del espíritu. En otras palabras, crece en nosotros una separada calma interior que observa la conmoción de los miembros inferiores sin tomar parte en ella ni darle sanción alguna. Al comienzo la razón y voluntad superiores pueden a menudo oscurecerse y ser invadidas, la mente puede ser apartada por la incitación de los miembros inferiores, pero eventualmente esta calma se torna inexpugnable, permanente, sin conmoverse ante los más violentos contactos, na duhkhena gurunápi vicályate. Esta calma interior observa la perturbación de la mente externa con desapegada superioridad o pasajera indulgencia como la que podría darse a las dichas y pesares triviales de una criatura, no los considera (105) como propios o como si estribaran en cualquier realidad permanente. Y finalmente, la mente externa acepta también, por grados, esta serenidad calma e indiferente; cesa de ser atraída por las cosas que la sedujeron o perturbada por los pesares y dolores hacia los cuales tuvo el hábito de adscribir una importancia irreal. De esa manera se presenta el tercer poder, un poder omnipenetrante de amplia tranquilidad y paz, una bienaventuranza liberadora del asedio de nuestra impuesta y fantástica naturaleza autotorturante, la profunda felicidad, imperturbada y trascendente, del contacto de lo eterno e infinito que reemplaza con su permanencia la contienda y perturbación de las cosas impermanentes, brahmasamsparsa matyantam sukham asunute. El alma se fija en el deleite del yo, átmaratih, en el Ananda simple e infinito del espírutu y ya no marcha en pos de los contactos externos y sus pesares y placeres. Observa el mundo sólo como espectadora de un juego o acción en el que ya no está obligada a participar. (105-106)

 

IGUALDAD MEDIANTE SOMETIMIENTO

El tercer método es el de sometimiento, que puede ser la resignación cristiana fundada en la sumisión a la voluntad de Dios o una desinteresada aceptación de cosas y sucesos como manifestación de la Voluntad universal en el tiempo, o un completo sometimiento de la persona a la Divinidad, al Purusha supremo. Así como el primero era un método de la voluntad y el segundo un método del temperamento, este está conectado muy íntimamente con el principio de Bhakti. Si es impulsado hacia el fin, arriba al mismo resultado de una igualdad perfecta. Pues el nudo del ego se aflojó y empieza a desaparecer la demanda personal, descubrimos que ya no estamos atados a las dichas en las cosas placenteras ni al pesar con respecto a lo desagradable; las soportamos sin ávida aceptación ni pertubado rechazo, los referimos al Amo de nuestro ser, nos preocupamos cada vez menos por su resultado personal en cuanto a nosotros y mantenemos sólo una cosa importante: aproximarnos a Dios o estar en contacto y a tono con la Existencia universal e infinita, o estar unidos con la Divinidad, ser su canal, instrumento, siervo y amante, regocijándonos en ella o en nuestra relación con ella, sin tener ningún otro objeto ni causa de dicha o pesar. También aquí, durante algún tiempo, puede existir una división entre la mente inferior de las emociones habituales y la mente psíquica superior del amor y la autoentrega, pero eventualmente la primera cede, cambia, se transforma, es engullida en el amor, dicha y deleite de la Divinidad, y no tiene otros intereses ni atracciones. Entonces, en el interior, todo es paz y bienaventuranza (106) iguales de esa unión, la única bienaventuranza silenciosa que pasa comprendiendo, la paz que habita intacta ante los requerimientos de las cosas inferiores en las profundidades de nuestra existencia espiritual. (106-107)

 

Estos tres métodos coinciden a pesar de sus puntos de iniciación separados, primero, por inhibir las reacciones normales de la mente hacia los contactos de las cosas externas, báhya-sparsán, segundo, por su separación del yo o espíritu con respecto a la acción externa de la Naturaleza. Pero es evidente que nuestra perfección será mayor y más abarcantemente completa, si podemos tener una igualdad más activa que nos capacite no sólo para retirarnos del mundo o enfretarlo con una calma desapegada y separada, sino también para retornar a él y poseerlo con el poder del Espíritu calmo e igual. Esto es posible porque el mundo, la Naturaleza, la acción, de hecho no son una cosa separada, sino una manifestación del Yo, del Todo-Alma, de la Divinidad. Las reacciones de la mente normal son una degradción de los valores divinos que, salvo para esta degradación, tornarían evidente esta verdad para nosotros, una falsificación, una ignorancia que altera su accionar, una ignorancia que parte de la involución del Yo en una ciega nesciencia material. Una vez que regresamos a la plena conciencia del Yo, de Dios, podemos entonces acordar un verdadero valor divino a las cosas y recibir y actuar sobre ellas con calma, dicha, conocimiento y voluntad vidente del Espíritu. Cuando empezamos a realizar eso, entonces el alma comienza a tener una dicha igual en el universo, una voluntad igual en el trato de todas las energías, un conocimiento igual que toma posesión de la verdad espiritual que está detrás de todos los fenómenos de esta manifestación divina. Posee al mundo como la Divinidad lo posee, en una plenitud de la luz, poder y Ananda infinitos.

 

IGUALDAD POSITIVA Y ACTIVA

Por lo tanto, a toda esta existencia puede aproximarse mediante un Yoga de igualdad positiva y activa en lugar de una igualdad negativa y pasiva. Esto requiere, en primer lugar, un nuevo conocimiento que es el conocimiento de la unidad, ver todas las cosas como uno mismo y ver todas las cosas en Dios y a Dios en todas las cosas. Entonces hay una voluntad de igual aceptación de todos los fenómenos, de todos los eventos, de todos los sucesos, de todas las personas y fuerzas como máscaras del Yo, movimientos de la energía única, resultados del poder único en la acción, regidos por la única sabiduría divina; y sobre el fundamento de esta voluntad de conocimiento mayor crece una fuerza para tomar contacto con todo, con (107) alma y mente imperturbadas. Debe haber una identificación de mí mismo con el yo del universo, una visión y sentimiento de la unidad con todas las criaturas, una percepción de todas las fuerzas y energías y resultados como el movimiento de esta energía de mi yo y, por lo tanto, íntimamente mía; obviamente, no de mi ego-yo que debe ser silenciado, eliminado y descartado –de otro modo, esta perfección no puede producirse-, sino de un mayor yo impersonal o universal con el cual yo ahora soy uno sólo. Pues ahora mi personalidad es sólo un centro de acción de ese yo universal, pero un centro en íntima relación y al unísono con todas las otras personalidades y asimismo con todas aquellas otras cosas que para nosotros son sólo objetos y fuerzas impersonales: pero de hecho también son poderes de la única Persona (Purusha) impersonal, de Dios, del Yo y Espíritu. Mi individualidad le pertenece y ya no es una cosa incompatible con el ser universal o separada de él; es universalizada, conocedora del Ananda universal y una con él y amante de todo cuanto conoce, actúa o disfruta. Pues al igual conocimiento del universo y a la igual voluntad de aceptación del universo se añadirá un deleite igual en toda la manifestación cósmica de la Divinidad. (107-108)

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IGUALDAD, RESUMEN

El Yoga integral usará los métodos pasivo y activo de acuerdo con la necesidad de la naturaleza y la guía del espíritu interior, el Antaryamin. No se limitará con el método pasivo, pues éste sólo llevaría a alguna quietista salvación o negación individual de un ser espiritual activo y universal que resultaría incoherente con la totalidad de su objetivo. Usará el método de resistencia, sin detenerse en una fuerza y serenidad desapegadas, sino desplazándose más bien hacia una fuerza y dominio positivos, en la que la resistencia no será ya necesaria, puesto que el yo estará entonces en una espontánea posesión calma y potente de la energía universal y capaz de determinar fácil y felizmente todas sus reacciones en la unidad y el Ananda. Usará el método de la indiferencia imparcial, sin concluir en una aislada indiferencia hacia todas las cosas, sino desplazándose más bien hacia una elevada aceptación imparcial de la vida, fuente como para transformar toda la experiencia en los valores mayores del espíritu igual. Usará también la renuncia y sumisión temporarias, pero mediante la plena sumisión de su ser personal a la Divinidad alcanzará al Ananda omniposesivo en el que no hay necesidad de renuncia, alcanzará la perfecta armonía con lo universal que no es mera quiescencia, sino abarcante unidad, alcanzará la perfecta instrumentalidad y sujeción del yo natural a la Divinidad a través de lo cual la Divinidad también es poseída por el espíritu individual. Usará plenamente el método positivo, pero irá más allá de cualquier aceptación individual de las cosas que tendrían el efecto de volcar la existencia sólo en un campo del conocimiento individual perfeccionado, del poder y de Ananda. Tendrá eso pero también tendrá la unidad por la que puede vivir en la existencia de los demás por ellos y no sólo por sí mismo y para ayudarlos y como uno de sus medios, como una fuerza asociada y auxiliadora en el movimiento en pos de la perfección. Vivirá para la Divinidad, sin apartarse de la existencia del mundo, sin apegarse al mundo ni a los cielos, sin apegarse a una liberación supracósmica, sino igualmente uno con la Divinidad en todos sus planos y capaz de vivir en ella en el Yo y en la manifestación. (112)

 

Capítulo XIII - LA ACCIÓN DE LA IGUALDAD

 

SIGNIFICADO DE LA IGUALDAD

Las distinciones ya efectuadas habrán demostrado suficientemente qué significa el estado de igualdad. No es mera quiescencia ni indiferencia, ni retiro de la experiencia, sino superioridad a las reacciones actuales de la mente y la vida. Es el método espiritual de responder a la vida o más bien de abarcarla y obligarla a convertirse en perfecta forma de acción del yo y del espíritu. Es el primer secreto del domino de la existencia por parte del alma. Cuando lo tenemos perfectamente, somos admitidos en el terreno mismo de la naturaleza espiritual divina. El ser mental en el cuerpo procura compeler y conquistar la vida, pero en cada giro es compelido por ésta, porque somete al deseo las reacciones del yo vital. Ser igual, no ser avasallado por presión alguna del deseo, es la primera condición de dominio real, el autoimperio es su base. Pero una mera igualdad mental, por más grande que sea, es obstaculizada por la tendencia de la quiescencia. Tiene que preservarse del deseo mediante la autolimitación en la voluntad y en la acción. Es sólo el espíritu que es capaz de sublime e imperturbada vertiginosidad volitiva al igual que de ilimitable paciencia, igualmente justa en una acción lenta y deliberada, o veloz y violenta, igualmente segura en una acción seguramente delineada y limitada o vasta y enorme. Puede aceptar el más pequeño trabajo sobre el vórtice del caos con fuerza intelectiva y creadora; y estas cosas las puede hacer porque su aceptación desapegada (aunque íntima) introduce en ambos una calma, conocimiento, voluntad y poder infinitos. Tiene ese desapego porque está por encima de todos los sucesos, formas, ideas y movimientos que abarca en su perspectiva; y tiene la aceptación íntima porque aun es una con todas las cosas. Si no tenemos esta libre unidad, ekatwam anupasyatah, no tenemos la plena igualdad espiritual. (113)

 

PERFECCIONAR LA IGUALDAD

El primer cometido del sadhaka consiste en ver si tiene igualdad perfecta, hasta dónde avanzó en esta dirección o dónde está el defecto, y ejercitar firmemente su voluntad en su naturaleza o invitar a la voluntad del Purusha a desembarazarse del defecto y sus causas. Hay cuatro cosas que debemos hacer; primero, en el más concreto sentido práctico de la palabra, samatá, libertad de las preferencias mentales, vitales y físicas, incluso aceptación de todo el accionar divino dentro y en torno de él; segundo, paz firme y ausencia de toda perturbación y alteración, sánti; tercero, positiva felicidad espiritual interior y tranquilidad espiritual del ser natural, que nada puede disminuir, sukham; cuarto, clara dicha y regocijo del alma que abarca la vida y la existencia. Ser igual es ser infinito y universal, no limitarse, no atarse a ésta ni a aquella forma de la mente y la vida ni a sus parciales preferencias y deseos. Pero puesto que el hombre, en su vida normal actual, vive por sus formaciones mentales y vitales, no en la libertad de su espíritu, el apego a ellas y a los deseos y preferencias que implican es también su condición normal. Aceptarlos es inevitable al principio, trascenderlos es muy difícil y tal vez no del todo posible mientras nos veamos obligados a usar la mente como instrumento principal de nuestra acción. Por lo tanto, la primera necesidad consiste en eliminar al menos su estímulo, privándolos, aunque persistan, de su mayor insistencia, de su actual egoísmo y de sus más violentas exigencias sobre nuestra naturaleza.

 

Efectuamos la prueba y estamos en presencia de una imperturbada calma mental y espiritual. El sadhaka debe estar en guardia como Purusha testigo y anhelante que está detrás, o mejor, tan pronto como puede disponer eso, por encima de la mente, y debe rechazar incluso los ínfimos índices o incidencias de perturbaciones, ansiedad, pesar, rebeldía y alteración de su mente. Si se producen estas cosas, debe detectar de inmediato su origen, el defecto que señalan, la falta del reclamo egoísta, del deseo, emoción o idea vitales de la que provienen y esto debe desanimarlo mediante su voluntad, mediante su inteligencia espiritualizada, mediante su unidad anímica con el Amo de su ser. Bajo ningún concepto debe admitir excusa alguna a su respecto, por más naturales, correctas o plausibles que parezcan, o cualquiera sea la justificación interna o externa. Si el prana está perturbado y tumultuoso, debe separarse del prana perturbado, afirmar su naturaleza superior en el buddhi y mediante la escuela búddhica, y rechazar en él el reclamo del alma del deseo; y de igual manera ha de proceder si quien se manifiesta tumultuoso y (114) perturbador es el corazón emocional. Si, por otra parte, es la voluntad y la inteligencia las que están en falta, entonces la perturbación es más difícil de regir, pues entonces su principal ayuda e instrumento se convierte en cómplice de la rebelión contra la Voluntad divina y los viejos pecados de los miembros inferiores se benefician con esta sanción para levantar sus humilladas cabezas. Por lo tanto, debe haber constante insistencia sobre una idea principal, la autosumisión al Amo de nuestro ser, a Dios dentro de nosotros y en el mundo, al  Yo supremo, al Espíritu universal. El buddhi que mora siempre en esta idea maestra debe siempre desanimar todas sus insistencias y preferencias inferiores y enseñar a todo el ser que el ego, ya sea que ejercite su reclamo a través de la razón, de la voluntad personal, del corazón o del alma del deseo en el prana, no efectúa reclamo justo de ninguna especie y toda aflicción, rebelión, impaciencia y perturbación es una violencia contra el Amo del ser. (114-115)

 

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La calma establecida en todo el ser debe seguir siendo la misma (115) cualquier cosa que suceda, en salud y enfermedad, en placer y dolor, incluso en el más fuerte dolor físico, en buena fortuna y en infortunio, nuestro o de aquellos a quienes amamos, en buen éxito o fracaso, en honor o insulto, en alabanza o culpa, en justicia o injusticia discernidas a nosotros, en todo cuanto ordinariamente afecta a la mente. Si vemos la unidad por doquier, si reconocemos que todo llega por voluntad divina, si vemos a Dios en todos, si vemos en nuestros enemigos (o más bien en nuestros rivales en el juego de la vida) a nuestros amigos, si vemos en los poderes que se nos oponen y resisten, a los poderes que nos favorecen y secundan, si vemos en todas las energías y fuerzas y sucesos, a todo el mundo, uno con nosotros dentro de nuestro ser universal, entonces esta actitud se facilita mucho más en cuanto al corazón y la mente. Pero incluso antes que podamos alcanzar o afirmarnos seguramente en esa visión universal, por todos los medios tenemos que insistir en esta igualdad y calma receptivas y activas. Incluso algo de eso, alpam api asya dharmasya, es un gran paso hacia la perfección; una primera firmeza en eso es el inicio de la perfección liberada; su completamiento es la perfecta seguridad de un rápido progreso en todos los otros miembros de la perfección. Pero sin ella no podemos tener base sólida; y mediante su falta pronunciada caeremos constantemente en el estado inferior del deseo, del ego, de la dualidad y de la ignorancia. (115-116)

 

IGUALDAD EN PERSONAS, IDEAS, ACCIONES, SUCESOS

Y tanto con los sucesos como con las personas, la igualdad procura un cambio integral de la visión y la actitud.

 

El primer resultado de la mente y espíritu iguales es procurar una creciente caridad y tolerancia interior hacia todas las personas, ideas, criterios, acciones, pues eso se ve en el sentido de que Dios está en todos los seres y cada uno actúa de acuerdo con su naturaleza y sus formulaciones actuales. Cuando existe el Ananda igual y positivo, esto se ahonda hasta una comprensión simpática y, al fin, hasta un igual amor universal. (119)

 

 

 

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