REGISTRO DE YOGA

Sri Aurobindo

 

LOS SIETE CHATUSTHAYA

Investigación y prácticas sobre el modelo seguido por Sri Aurobindo para su realización en su Registro de Yoga

 

Capítulo relacionado con el Chatusthaya segundo: DAIVI PRAKRITI O CHANDIBBHAVAH

 

Dado que hasta este momento no se han encontrado exposiciones más claras sobre Daivi Prakriti en "Registro de Yoga", tomamos lo que dice Sri Aurobindo de este mismo tema en:

 

Capítulo XVII - LA ACCIÓN DE LA DIVINA SHAKTI

(Síntesis del Yoga, libro III)

 

 

 

 

Esta es la naturaleza de la divina Shakti que es el poder intemporal de la Divinidad que se manifiesta en el tiempo como fuerza universal que crea, constituye, mantiene y dirige todos los movimientos y accionar del universo. Este Poder universal nos resulta aparente en los niveles inferiores de la existencia como una energía cósmica mental, vital y física de la cual todas nuestras actividades mentales, vitales y físicas son las operaciones. Para nuestro sadhana es menester que captemos integralmente esta verdad a fin de eludir la presión de la limitadora visión del ego y de universalizarnos incluso en estos niveles inferiores donde por lo común el ego reina con plena fuerza.

 

SHAKTI ES LA ORIGINADORA DE LA ACCIÓN

Asimismo, la regla correcta  consiste en ver que no somos los originadores de la acción sino que ésta es más bien este Poder que actúa en nosotros y en todos los demás, que ni yo ni los demás somos los hacedores sino la Prakriti única. El sentido del ego sirve para limitar, separar y diferenciar agudamente, para hacer lo más de la forma individual y está allí porque es indispensable para la evolución de la vida inferior. Pero si nos elevamos hacia lo alto en procura de una vida divina superior debemos debilitar la fuerza del ego y eventualmente desembarazarnos de ella, así como para la vida inferior es  indispensable el desarrollo del ego, de igual modo para la vida superior es indispensable este movimiento inverso de eliminación del ego. Ver nuestras acciones no como propias sino como las de la Shakti divina que trabaja en la forma de la Prakriti inferior sobre los niveles inferiores del ser consciente, ayuda potentemente a este cambio. Y si podemos hacer esto, entonces la separación de nuestra conciencia mental, vital y física con respecto a la de los demás seres se afina y disminuye; quedan las limitaciones de su accionar, pero se amplían y asumen en un sentido y visión vastos del accionar universal; las diferenciaciones especializadoras e individualizadoras de la Naturaleza moran para sus propios fines pero ya no están prisioneras. El individuo siente que su mente, vida y existencia física son una con la de los demás en medio de todas las diferencias y una con el poder total del espíritu en la Naturaleza.

 

Sin embargo, ésta es una etapa y no la perfección total. La existencia, por más vasta y libre que sea comparativamente, está aun sujeta a la naturaleza inferior. El ego sáttwico, rajásico y tamásico es disminuido pero no eliminado; o si parece desaparecer, sólo hundió nuestras partes activas en la operación universal de los gunas, permanece involucionado en ellos y trabaja todavía de un modo encubierto y subconsciente y puede forzarse a surgir en cualquier tiempo. Por lo tanto, el sadhaka ha de retener la idea y lograr la captación de un único yo o espíritu en todos detrás de todo este accionar. Detrás de Prakriti debe tomar conciencia del Purusha único, supremo y universal. Debe ver y sentir que no sólo todo es la autoformación de la única Fuerza, Prakriti o Naturaleza, sino que todas sus acciones son las de la Divinidad en todo, de la Deidad única en todo, aunque velada, alterada o como si estuviese pervertida –pues la perversión se produce por una conversión en formas inferiores-, por la transmisión a través del ego y de los gunas. Esto disminuirá más adelante la insistencia abierta o encubierta del ego y, si se lo capta íntegramente, le dificultará o imposibilitará afirmarse de ese modo como para perturbar u obstaculizar el progreso ulterior. El sentido del ego, mientras interfiera, se convertirá en un elemento extraño e intruso y en sólo una franja neblinosa de la vieja ignorancia que pende sobre los contornos de la conciencia y su acción. Y, en segundo lugar, la Shakti universal debe ser comprendida, debe verse, sentirse y llevarse en la potente pureza de su acción superior, de su accionar supramental y espiritual. Esta visión mayor de la Shakti nos capacitará para escapar del control de los gunas, para convertirlos en sus equivalentes divinos y morar en una conciencia en la que Purusha y Prakriti son uno solo y no separados ni ocultos en o detrás uno del otro. La Shakti resultará evidente para nosotros en todo movimiento y se la sentirá natural, espontánea e irresistiblemente como nada más que la presencia activa de la divinidad, la forma del poder y del Yo y Espíritu supremos.

 

En este estado superior, la Shakti se revela como la presencia o potencialidad de la existencia, conciencia, voluntad y deleite infinitos y cuando se la ve y siente de esa manera, el ser se vuelca hacia esto de cualquier modo, con su adoración o su voluntad de aspiración o algún género de atracción de lo inferior hacia lo mayor, para conocerlo, colmarse con ello y ser poseído por ello, ser uno con ello en el sentido y la acción de la naturaleza toda. Pero al principio, mientras aún vivimos en la mente, hay un abismo de división o una acción doble. Se siente que la energía mental, vital y física en nosotros y en el universo es una derivación de la Shakti suprema, pero al mismo tiempo un accionar inferior, separado y, en algún sentido, diferente. La fuerza espiritual real puede hacer descender sus mensajes o la luz y poder de su presencia que está por encima de nosotros hacia los niveles inferiores o puede descender ocasionalmente o incluso poseer durante un tiempo, pero entonces está mezclada con el accionar inferior y lo transforma y espirirualiza parcialmente, pero está disminuida y alterada en el proceso. Hay una acción superior intermitente o un accionar dual de la naturaleza. O descubrimos que Shakti eleva al ser durante un tiempo hasta un plano espiritual superior y luego lo hace descender en los niveles inferiores. Estas alternancias deben considerar las vicisitudes naturales de un proceso de transformación desde el ser normal hacia el ser espiritual. La transformación, la perfección no puede ser completa en cuanto al Yoga integral hasta que se forma el eslabón entre la acción mental y la acción espiritual y se aplique un conocimiento superior a todas las actividades de nuestra existencia. Ese eslabón es la energía supramental o gnóstica en la que el incalculable poder infinito del ser, conciencia y deleite supremo se formula como una voluntad y sabiduría divinas gobernantes, una luz y poder en el ser que modela todo el pensamiento, voluntad, sentimiento, acción y reemplaza los correspondientes movimientos individuales.

 

Esta Shakti supramental puede formarse como luz, y poder espiritualizados e intuitivos dentro de la mente misma, y aquélla es una gran acción espiritual pero todavía mentalmente limitada. O puede transformar por completo la mente y elevar todo el ser hacia el nivel supramental.

 

PERDER EL EGO DEL HACEDOR

En cualquier caso ésta es la primera necesidad de esta parte del Yoga, perder el ego del hacedor, la idea del ego y el sentido del propio poder de acción e iniciación de la acción y control del resultado de la acción, y fundirla en el sentido y visión de la Shakti universal que origina, modela y vuelca hacia sus fines la acción nuestra y de los demás y de todas las personas y fuerzas del mundo. Y esta realización puede llegar a ser absoluta y completa en todas las partes de nuestro ser sólo si logramos ese sentido y visión suya en todas sus formas, en todos los niveles de nuestro ser y del ser del mundo, como la energía material, vital, mental y supramental de la Divinidad, pero todo esto, todos los poderes de todos los planos deben verse y conocerse como autoformulaciones de la única Shakti espiritual, infinita en el ser, la conciencia y el Ananda. No es regla invariable que este poder se manifieste primeramente en los niveles inferiores de las formas inferiores de la energía y que luego revele su naturaleza espiritual superior. Y si esto se produce de este modo, primeramente en su universalismo mental, vital y físico, no debemos contentarnos con eso. En lugar de eso puede producirse de inmediato en su realidad superior, en la potencia del esplendor espiritual. Entonces la dificultad radicará en soportar y retener el Poder hasta que haya puesto sus poderosas manos y transformado las energías de los niveles inferiores del ser. La dificultad será menor en la medida en que hayamos podido alcanzar una gran quietud e igualdad, samatá, y captar, sentir y vivir en el único y tranquilo yo inmutable en todos o efectuar un genuino y completo sometimiento de nosotros mismos al Amo divino del Yoga.

 

LAS TRES PARTES DE LA DIVINIDAD: JIVA – SHAKTI – DIVINIDAD

Aquí es menester tener siempre presentes los tres poderes de la Divinidad que están presentes y han de tenerse en cuenta en todas las existencias vivientes. En nuestra conciencia ordinaria vemos a estos tres como nosotros mismos, al Jiva en la forma del ego, Dios, cualquiera sea la concepción que tengamos acerca de Dios, y de la Naturaleza. En la experiencia espiritual vemos a Dios como el Yo o Espíritu supremo, o como el Ser del que venimos y en quien vivimos y nos movemos. Vemos la Naturaleza como su Poder o a Dios como Poder, Espíritu en el Poder que actúa en nosotros y el mundo. Entonces el Jiva es este Yo, Espíritu, Divinidad, soham, porque es uno con él en la esencia de su ser y conciencia, pero como el individuo es sólo una porción de la Divinidad, un yo del Espíritu, y en su ser natural es una forma de Shakti, un poder de Dios en el movimiento y la acción, pará prakrtir jívabhútá. Al principio, cuando tomamos conciencia de Dios o de Shakti, las dificultades de nuestra relación con ellos surgen de la conciencia del ego que introducimos en la relación espiritual. El ego que está en nosotros efectúa ante la Divinidad reclamos que nada tienen de espirituales, y estos reclamos son, en un sentido, legítimos, pero mientras asuman una forma egoísta y en la medida de ésta, están expuestos a mucha tosquedad y grandes perversiones, agobiados con un elemento de falsedad, de indeseable reacción y mal consiguiente, y la relación sólo puede ser totalmente correcta, feliz y perfecta cuando estos reclamos llegan a ser parte del reclamo espiritual y pierden su carácter egoísta. Y de hecho el reclamo de nuestro ser ante la Divinidad se colma absolutamente sólo cuando deja de ser un reclamo y es, en su lugar, una satisfacción de la Divinidad a través del individuo, cuando nos satisfacemos con eso sólo, cuando nos contentamos con él deleite de la unidad en el ser, cuando nos contentamos con dejar que el Yo y Amo supremo de la existencia cuanto decida la voluntad de su sabiduría y conocimiento absolutos a través de nuestra Naturaleza cada vez más perfeccionada. Este es el sentido de autosometimiento del yo individual a la Divinidad, átma-samarpana. Esto no excluye un anhelo de goce de la unidad, de participación en la conciencia, sabiduría, conocimiento, poder y perfección divinos, de satisfacción de la realización divina en nosotros, pero el anhelo, la aspiración nos pertenece pues es su voluntad en nosotros. Al principio, cuando aun se insiste sobre nuestra propia personalidad, sólo refleja eso, pero cada vez se distingue menos, es menos personal y eventualmente pierde todo asomo de separatívidad, porque la voluntad en nosotros creció idéntica al Tamas divino, a la acción de la Shakti divina.

 

PELIGROS EGOISTAS DEL PODER DE LA SHAKTI

Y de igual modo, cuando primero tomamos conciencia de la Shakti infinita por encima de nosotros, a nuestro alrededor o en nosotros, el impulso del sentido egoísta en nosotros consiste en aferrarse a eso y usar este poder acrecentado para nuestra finalidad egoísta. Esto es peligrosísimo pues trae consigo una sensación y acrecentada realidad de un poder grande, a veces titánico, y el ego rajásico, al deleitarse en este sentido de enorme fuerza nueva, en lugar de permanecer a la espera de la purificación y transformación se lanza a una acción violenta e impura e incluso nos vuelve por un tiempo o parcialmente hacia el Asura egoísta y arrogante usando la fuerza que le es propia para sí y no para una finalidad divina: pero al fin, si se persiste de ese modo, allí radica la perdición espiritual y la ruina material. Y considerarse instrumento de la Divinidad tampoco es un remedio perfecto; pues cuando en esto se entromete un ego fuerte, falsifica la relación espiritual y so pretexto de convertirse en instrumento de la Divinidad, en realidad tiende a convertir a Dios en su instrumento. El único remedio consiste en aquietar el reclamo egoísta de cualquier índole, en disminuir persistentemente el esfuerzo personal y el impulso individual que ni siquiera el ego sáttwico puede evitar y, en vez de aferrarse a la Shakti y usarla para su finalidad, permitir más bien que la Shakti se aferre a nosotros y nos use para la finalidad divina. Esto no puede efectuarse perfectamente de inmediato –ni puede efectuarse seguramente si sólo somos conscientes de la forma inferior de la energía universal, pues entonces, como ya se dijo, debe haber algún otro control, ya sea del Purusha mental o desde lo alto-, pero aun se trata del objetivo que debemos tener ante nosotros y que puede llevarse a cabo totalmente cuando tomamos conciencia insistentemente de la suprema presencia y forma espiritual de la Shakti divina. También este sometimiento de toda la acción del yo individual a la Shakti es, de hecho, una forma de real autosometimiento a la Divinidad.

 

Ya se vio, que un método efectivísimo de purificación consiste para el Purusha mental en retraerse, en estar como testigo pasivo y observarse y conocerse junto con el accionar de la Naturaleza en el ser inferior, en el ser normal; pero para la perfección, esto debe combinarse, con un anhelo de elevar la naturaleza purificada hacia el ser espiritual superior. Una vez hecho esto, el Purusha ya no es más solamente un testigo, sino también el amo de su Prakriti, ísvara. Al principio puede que no sea evidente cómo este ideal de autodominio activo puede reconciliarse con el ideal aparentemente opuesto de autosometimiento y de convertirse en instrumento asentidor de la Shakti divina. Pero de hecho, en el plano espiritual no hay dificultad. El Jiva no puede realmente llegar a ser amo excepto en la medida en que arribe a la unidad con la Divinidad que es su Yo supremo y en esa unidad y en su unidad con el universo es también uno en el yo universal en la voluntad que dirige todas las operaciones de la Naturaleza. Pero más directamente, menos trascendentalmente, también en su acción individual, es una porción de la Divinidad y participa en el dominio de su naturaleza de aquello a lo cual se sometió. Incluso como instrumento, no es mecánico sino consciente. Por su lado de Purusha es uno con la Divinidad y participa del dominio divino del Ishwara. Por su lado de la naturaleza en su universalidad es uno con el poder de la Divinidad, mientras en su ser natural individual es un instrumento de la divina Shakti universal, porque el poder individualizado está allí para satisfacer el propósito del Poder universal. El Jiva, como se vio, es el lugar de encuentro del juego del aspecto dual de la Divinidad, Prakriti y Purusha, y en la conciencia espiritual superior llega a ser simultáneamente uno con ambos aspectos, y allí asume y combina todas las divinas relaciones creadas por su interacción. Esto es lo que posibilita la actitud dual.

 

TRES ETAPAS DEL YOGA CINÉTICO

Sin embargo, hay una posibilidad de arribar a este resultado sin el pasaje a través de la pasividad del Purusha mental, mediante un Yoga más persistente y predominantemente cinético. O puede haber una combinación de ambos métodos, alternancias entre ellos y una fusión última. Y aquí, el problema de la acción espiritual asume una forma más simple. En este movimiento cinético hay tres etapas. En la primera, el Jiva es consciente de la Shakti suprema, recibe en sí el poder y lo usa bajo la dirección de aquélla con cierto sentido de ser el hacedor subordinado, un sentido de responsabilidad menor en la acción, incluso al principio, tal vez, de responsabilidad en cuanto al resultado; pero eso desaparece, pues se aprecia que el resultado es determinado por el Poder superior, y sólo la acción se siente como parcialmente propia. Luego, el sadhaka siente que es él quien piensa, quiere y hace, pero también siente a la Shakti divina o al divino Prakriti que están detrás manejando y modelando todo su pensamiento, voluntad, sentimiento y acción: la energía individual, en un sentido, le pertenece, pero aun es sólo una forma y un instrumento de la divina Energía universal. El Amo del Poder puede ocultarse de él por un tiempo mediante la acción de la Shakti, o puede ser consciente del Ishwara a veces o continuamente manifiesto ante él. En último caso, hay tres cosas presentes para su conciencia: él como siervo del Ishwara, la Shakti detrás como gran Poder suministrador de energía, modelando la acción, formulando los resultados, y el Ishlwara en lo alto, determinando toda la acción mediante su voluntad.

 

En la segunda etapa el hacedor individual desaparece, pero no hay necesariamente pasividad quietista alguna; puede haber una acción cinética plena, todo es hecho solamente por la Shakti. Es su poder cognoscitivo el que toma la forma de pensamiento en la mente; el sadhaka no tiene el sentido del sí pensador, sino de la Shakti que piensa en él. La voluntad, los sentimientos y la acción de igual modo no son sino una formación, operación y actividad de la Shakti en su presencia inmediata y plena posesión de todo el sistema. El sadhaka no piensa, quiere, actúa ni siente, sino que el pensamiento, la voluntad, el sentimiento y la acción se producen en su sistema. El individuo, por el lado de la acción, desapareció en la unidad con la Prakriti universal, se convirtió en forma y acción individualizada de la Shakti divina. Aun es consciente de su existencia personal, pero como el Purusha sostiene y observa toda la acción, consciente de ésta en su autoconocimiento y facultando, mediante su participación, a la Shakti divina para que realice en él las obras y la voluntad del Ishwara. Entonces, el Amo del poder está a veces oculto por la acción del poder, a veces aparece gobernándolo y compeliendo su accionar. También aquí hay tres cosas presentes para la conciencia: la Shakti transportando todo el conocimiento, pensamiento, voluntad, sentimiento y acción para el Ishwara en una forma humana instrumental, el Ishwara, el Amo de la existencia gobernando y compeliendo toda su acción, y la nuestra como el alma, el Purusha de su acción individual disfrutando todas las relaciones con él, que fueron creadas mediante el accionar de la Shakti. Hay otra forma de esta realización en la que el Jiva desaparece en la Shakti y se unifica con ella y entonces sólo existe el juego de la Shakti con el Ishwara, Mahadeva y Kali, krishna y Radha, el Deva y el Devi. Esta es la más intensa forma posible de la realización de sí por parte del Jiva como manifestación de la Naturaleza, un poder del ser de la Divinidad, pará prakrtir jívabhúta.

 

Tiene lugar una tercera etapa mediante la creciente manifestación de la Divinidad, del Ishwara en todo nuestro ser y acción. Esto ocurre cuando constante e ininterrumpidamente somos conscientes de él. Lo sentimos en nosotros como dueño de nuestro ser y por encima de nosotros como gobernante de todo su accionar y éste se convierte para nosotros en nada más que en una manifestación suya en la existencia del Jiva. Toda nuestra conciencia es su conciencia, todo nuestro conocimiento es su conocimiento, todo nuestro pensamiento es su pensamiento, toda nuestra voluntad es su voluntad, todo nuestro sentimiento es su Ananda y forma de su deleite en el ser, toda nuestra acción es su acción. La distinción entre la Shakti y el Ishwara empieza a desaparecer; sólo existe la actividad consciente, en nosotros, de la Divinidad con el gran yo de la Divinidad detrás y en derredor y poseyéndolo; se ve que todo el mundo y la Naturaleza es sólo eso, pero aquí llegó a ser plenamente conciente, se eliminó al Maya del ego, y el Jiva está allí únicamente como porción eterna de su ser, amsa sanátana, ejercido para sostener una individualización y vida divinas ahora realizadas en la presencia y poder completos de la Divinidad, en la dicha completa del Espíritu manifestado en el ser. Esta es la suprema realización de la perfección y deleite de la unidad activa; pues más allá de esto sólo puede existir la conciencia del Avatara, el Ishwara mismo asumiendo un nombre y forma humanos para la acción en el Lila.

 

Fin del capítulo XVII

 

 

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